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GIRO DEL PRESIDENTE DUQUE O SIMPLEMENTE PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS



Resultado de imagen para Acuerdo de paz con FARC-EP



Una de dos: O el Presidente Duque cambió de parecer frente al proceso de paz adelantado por el Estado en cabeza del Ex Presidente Santos o tiene dos discursos. Uno al interior del país para congraciarse con su mentor Uribe, con el CD y con la coalición del NO en el plebiscito que contribuyó tan decididamente a su triunfo en las presidenciales; y otro discurso para la comunidad internacional que siempre ha reconocido el Acuerdo que puso fin al conflicto armado más violento y largo del continente. Y no solo, lo ha reconocido si no que lo admira y pone de ejemplo por sus novedosos aportes como:

·      La integralidad de su contenido y estructura
·      La centralidad en las víctimas dado que 8 millones, 17% o una quinta parte de la    
población colombiana, fue víctima del conflicto
·      La inclusión de una Comisión de Género: única en los procesos de paz llevados a cabo en el mundo
·      La correspondencia de su contenido con las fuentes del derecho internacional y nacional
·      El enfoque de paz territorial o paz desde abajo.

Y resulta que el Presidente Duque, -contrario a lo que afirmó en trinos y en forma verbal muchas veces durante la campaña para desacreditar el proceso porque “viola el Estatuto de Roma, humilla a las víctimas y genera nuevas violencias”-, ahora, en París lo exalta y reconoce que “lo hicimos ajustado a los parámetros de la CPI y del Estatuto de Roma”. 

Pues a mí como defensora de este proceso y activista de paz, me alegra sobremanera escuchar ese giro de Duque porque siempre estuve segura de que el valor del Acuerdo, su concepción de justicia transicional y prospectiva y la verdad y pertinencia de sus contenidos, brillarían más temprano que tarde como se está demostrando hoy a escasos dos años de su firma. 

Vamos a ver si lo que dijo en Europa se traduce, a su regreso al país, en acciones concretas porque la realidad de la implementación es muy preocupante, muy triste, muy frustrante; la lentitud en la aprobación de las leyes que requiere su desarrollo; los proyectos de acto legislativo en trámite que pretenden modificar la razón de ser del Acuerdo como la mencionada justicia transicional, -que deberá ser archivado ante el explícito reconocimiento del Presidente en París-, y la participación política, acuerdo en el que el Congreso excluyó las 16 curules para los territorios más golpeados por el conflicto; así como el incumplimiento en el pago de los auxilios prometidos a los excombatientes para sus dos primeros años de vida civil, mientras se desarrollaban los procesos productivos cuyo dinero, en la mayoría de los casos tampoco se han girado. 

Un proceso que puso fin a una guerra con costos inmensos para la sociedad, su territorio y su institucionalidad no puede perderse por el interés económico de mantener el negocio de la guerra, por indiferencia, ignorancia o insolidaridad con el pueblo que debe librarla.

Por eso, todo ciudadano con una mínima conciencia de su responsabilidad civil, tiene una obligación ética y política de defenderlo, de exigir su cumplimiento y constituirse en veedor de la implementación y en constructor de paz, a pesar de los tambores de guerra que están empezando a escucharse de nuevo en Colombia.

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