Me negaba a creer que existiera un plan del Centro Democrático, diseñado estratégicamente para volver trizas el Acuerdo y recuperar el manejo del país para Uribe por interpuesta persona. Un plan preconcebido en términos de un populismo autoritario, con enfoque guerrerista. Sin embargo, una mirada retrospectiva de los hechos lo confirma.
El populismo autoritario como los regímenes de tipo fascista, privilegian la fuerza y el armamentismo; el nacionalismo, el desprecio por la democracia debido a que suponen al pueblo incapaz y débil. Aman los símbolos, los gestos y los discursos que ensalzan la patria, la autoridad y la protección para sus gobernados. Son mesiánicos, clasistas, maniqueos y poco empáticos.
La manera como se han desarrollado los acontecimientos, desde el mismo momento del congreso de ese partido cuando Fernando Londoño anunció su objetivo de acabar, a como diera lugar, el proceso de paz adelantado por Santos, lo demuestra.
Hasta ahora todo les ha funcionado; el engaño al electorado en la campaña del plebiscito con los mitos del castrochavismo y la entrega del país a las FARC, y el impensable triunfo del NO; la radicalización de la campaña presidencial en los extremos dada la ausencia, por sustracción de materia de un candidato de centro; la presidencia del congreso para el bachiller Macias; el entrampamiento de Santrich que mordió el anzuelo; el soterrado incumplimiento de la implementación, particularmente los compromisos del punto tres del Acuerdo que minaron la confianza de los excombatientes y empujaron a la disidencia, a aquellos no muy convencidos del proceso, y por último, el más reciente anuncio que oficializó el rearme de Márquez y Santrich.
Sin embargo, como sucede en todos los planes, hay ciertos imponderables que se salen de control y pueden malograr el resultado propuesto.
Algunos de ellos, en mi concepto serían:
Una juventud cada vez más empoderada y consciente de que su futuro está en la Paz.
El desmadre de una corrupción en la cúpula militar, su principal apoyo.
Los niveles de intolerancia y violencia verbal del ala extrema del CD que generan rechazo a este partido y sus líderes, como lo están demostrando las encuestas de favorabilidad.
El recrudecimiento de la confrontación armada, o el regreso de la guerra, que la mayoría de la población rechaza porque cinco años de negociación, el desarme y desmovilización de las FARC, y su conversión en partido político, le demostraron qué La Paz es posible y que hay vías alternas a la guerra para solucionar los conflictos.
El plan se les agota, ahora es nuestro turno. El turno de los que seguimos creyendo que la violencia y la muerte no pueden ser el camino para lograr una paz estable y duradera. Y que sí resultó con las FARC, hay que intentarlo con las disidencias y con el ELN para que no sigamos matándonos entre hermanos y podamos algún día disfrutar de una paz completa.
Interesantes sus artículos, pero veo que hace rato no escribe.
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